La contaminación y la polución se han convertido en uno de los mayores problemas de las grandes urbes. El ciudadano está sometido a lo largo de su día a día a una serie de partículas nocivas directamente relacionadas con el frenético ritmo de vida de las ciudades en las que el tráfico y las fábricas nos alejan, cada vez más, de un modelo de vida más saludable.
Los beneficios de los jardines verticales son innumerables: mejoran la calidad del aire, producen oxígeno, aumentan la calidad estética del entorno donde se construyen, fijan los gases de efecto invernadero, reducen el efecto isla de calor… unos beneficios y ventajas que justifican a largo plazo el coste de instalación. La arquitectura sostenible supone un coste extra, pero a la larga, las ciudades tendrán que asumir este tipo de instalaciones como algo natural y cotidiano si quieren ofrecer una buena calidad de vida y poder seguir siendo habitables. El futuro de la edificación pasa por la sostenibilidad y éste es sólo un primer paso.
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